“El pescador…no tiene fortuna, solo su atarraya”, canta Toto. En el Caribe y el Pacífico, en San Andrés y Providencia, en el Magdalena, el Cauca, el Orinoco, el Amazonas, el San Jorge, etc., en todos los rincones del país miles de colombianos madrugan a las faenas pesqueras. Su canoa y su atarraya, sus “armas” para buscar la comida. En el mercado venden los pescados para llevar el sustento a su familia. Grandes esfuerzos, grandes sacrificios, pero el gobierno los ha abandonado a su suerte. Promueve la ruina de la pesca artesanal y así se pierde nuestra cultura y una insustituible fuente de trabajo, progreso y sostenimiento de la seguridad alimentaria de los colombianos. Salvemos la pesca artesanal.
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Sobre cómo se traiciona a la patria con la política pesquera. Aurelio Suárez