Aunque sea algo tardío opinar con algún detalle al respecto porque debí atender el caso Ecopetrol, toca hacerlo. Hace 12 días, escribí: “La constituyente de @petrogustavo no pasa de ser un cañazo. Porque no tiene los votos suficientes para aprobarla en el Congreso ni para aprobarla entre la ciudadanía. Que la mencione, más que probar su fuerza política en Colombia, lo que demuestra es su debilidad. Desesperación. No comer cuento”.
No le fue mal en X –antes tweeter– a ese comentario: 1.800 reenvíos y 223 mil visualizaciones. A las bodegas petristas, voluntarias o pagas: “Los muertos que vos matáis gozan de cabal salud”.
Al otro día de su anuncio, Petro dijo que no buscaba cambiar la Constitución sino desarrollarla con unas leyes, lo que podría inmortalizarlo. Porque sería el primero en la historia que haría una asamblea constituyente para no cambiar la Constitución. Y explicó que solo modificaría la ley en seis aspectos, que no incluyen crear más trabajo y más riqueza, bases insustituibles del progreso de Colombia y del mundo. Pero sí fue capaz de prometer “garantizar en el corto plazo condiciones básicas de vida para todos los colombianos”. Demagogia.
Al preguntarle cómo la haría, no mencionó convocar al Congreso para tramitarla –paso obligatorio según ordena la Constitución que Petro ha endiosado–, sino al “pueblo”. Como si la ciudadanía pudiera dejar de contarse en las urnas para decidir si se aprueba o no el proceso y para elegir a los constituyentes. Cuánto manipula a los colombianos.
Es obvio que si Petro tuviera en sus cálculos poder ganar esta constituyente, ya la estaría tramitando en el Congreso, aun si le creyeran que no es para reelegirse en 2026, lo que no sucede por su autoritarismo y porque en las elecciones de 2018 grabó en piedra que como Presidente no tramitaría una constituyente. Sin duda, ese engaño empeora su minoría entre los actuales congresistas y su ninguna posibilidad de lograr mayorías si se llegara a elecciones generales.
Que la constituyente de Petro es un cañazo lo confirmó nada menos que su ministro del Interior, Luis Fernando Velasco, quien contestó con un rotundo “no” a la pregunta del periodista de si “es partidario de una Asamblea Constituyente en este momento”. Y explicó que Petro dijo que “no significa que tengamos que hacerla ahora”, porque pueden dejarse “unas bases para que se haga en 2026 o en el 2028” (Ver enlace). Otro bluf, porque quién va a creer que desea heredarle una constituyente en trámite a un muy probable gobierno de sus contradictores.
Muy equivocado que Germán Vargas le hiciera el juego a la demagogia de esta Constituyente.
De otra parte, Petro volvió a insistir en la Constitución de 1991 como lo mejor para Colombia, y por ello inmodificable, insinuando además un papel protagónico que no tuvo en ella, porque: 1. Como Presidentes de la República, Virgilio Barco y César Gaviria controlaron el ciento por ciento del proceso constituyente y de sus decisiones. 2. Su viabilidad política –que incluyó un golpe de Estado a la Constitución vigente– la aportaron los jefes máximos del liberalismo y el conservatismo, las fuerzas responsables del desastre nacional en ese momento y que eligieron el 66 por ciento de los constituyentes. 3. De los 19 electos por la AD-M19 –entre los que no estuvo Petro–, 13 eran de origen liberal-conservador.
Así fue como la Constitución de 1991, sin oposición, sentó las bases para aplicar en Colombia la economía del Consenso de Washington (ver enlace) y dejar en ridículo la retórica antineoliberal de Petro.
Coletilla: la próxima semana no aparecerá esta columna.
Bogotá, 30 de marzo de 2024