Senador Jorge Enrique Robledo, palabras en el sepelio de Héctor Valencia, Secretario General del MOIR y uno de los fundadores del Polo Democrático Alternativo, Bogotá, Cementerio Central, 21 de septiembre de 2008
Querida Doña Edelmira Henao de Valencia, madre de Héctor Valencia Queridos familiares de Héctor Valencia Compañero Carlos Bula Camacho, Secretario del Polo Democrático Alternativo. Compañeros dirigentes nacionales y distritales y militantes del Polo Democrático Alternativo Compañeros miembros de la Dirección Nacional del MOIR Compañeros dirigentes regionales y militantes del MOIR Compañeros y compañeras:
Cumplimos hoy con el doloroso deber de darle sepultura a los restos mortales de Héctor Valencia, quien dedicara su fructífera existencia, hasta sus últimos días, a la lucha por transformar profundamente a Colombia y quien, con acierto que puede comprobarse, preservó y desarrolló las concepciones políticas de Francisco Mosquera, el inolvidable fundador del MOIR.
Héctor Valencia perteneció a la que podríamos llamar la primera generación de dirigentes del MOIR, que sentó los principios que nos han orientado durante cuarenta años. Y, ya como Secretario General, no vaciló en promover que nos vinculáramos con entusiasmo y espíritu unitario a la creación del Polo Democrático Alternativo, a cuyo acto fundacional, el Congreso de Unidad, asistió como delegado, convencido de ser protagonista de un hecho de gran importancia para Colombia.
Entre los muchos criterios que Mosquera construyó con el respaldo de Valencia y que quedaron como legado para nosotros, y creo que para el conjunto de la izquierda democrática colombiana, resalto los siguientes.
Militar en la izquierda democrática exige como primera condición no estar conformes con el actual orden de cosas, y en especial con las dolorosas condiciones de vida de multitud de colombianos, para quienes atender las más elementales necesidades significa un imposible. Sufrir con el sufrimiento de los demás es, entonces, requisito para exigir para sí el honroso título de izquierdista. Pero no es suficiente. Porque ese carácter solo se gana a partir del momento en que se está dispuesto a hacer algún esfuerzo por transformar en serio el mundo inicuo que nos rodea, lo cual nos exige, en especial a los dirigentes, dilucidar y explicar las causas del drama nacional, pues es obvio que el desempleo y la pobreza y la falta de salud y educación, para solo mencionar cuatro de las muchas lacras que azotan el país, son efectos de unas determinadas maneras de organizar la economía y las relaciones políticas y sociales.
En su momento, hace cuatro décadas, Héctor Valencia respaldó a Francisco Mosquera en la idea de izquierda, que venía de atrás, de señalar que sin el cabal ejercicio de la soberanía nacional, perdida ya por ese entonces frente al imperialismo norteamericano, no podría resolverse ni uno solo de los problemas de los colombianos. Y como el principal factor del atraso de Colombia sigue ahí, con acierto el Ideario de Unidad del Polo Democrático Alternativo, el programa que sirvió y sirve de base a la unión de la izquierda democrática, señala la lucha por la soberanía como uno de los pilares de su orientación. ¿O es que a alguien se le puede ocurrir que prosperarán el empleo y los ingresos suficientes con engendros como el “libre comercio”, que recoloniza el país, destruye el aparato industrial y agropecuario y reemplaza el trabajo propio por el extranjero? ¿O que en verdad puede conformarse un país de propietarios –de bastantes, se sobrentiende–, en medio de las imposiciones del Fondo Monetario Internacional? ¿O que los asalariados contarán con condiciones laborales dignas si en la competencia global triunfan los que logran hambrear más a sus pueblos? ¿O que existirá una auténtica democracia en donde la más brutal concentración de la riqueza, y en manos de las trasnacionales, impone una plutocracia? ¿O que una cultura variada y de alta calidad podrá florecer en tan terribles condiciones?
En esas calendas, además, los jefes del MOIR tuvieron el gran mérito de fijar posiciones correctas sobre otros temas que hoy están en general claros en la izquierda democrática, pero que por ese entonces generaban agudas controversias.
El primero de ellos, señalar que la defensa de la soberanía nacional debía esgrimirse contra la dominación estadounidense, pero también de cualquier otro centro de poder extranjero, incluida la Unión Soviética, ya para entonces convertida en una potencia que de palabra se proclamaba como socialista, pero que en los hechos intervenía como imperialista en todas partes. Que no existen los suaves yugos de los imperios es una enseñanza que jamás debe olvidarse.
Igual o más difícil fue sostener, ¡desde la mitad de la década de 1960 y en nombre de la izquierda!, que la lucha armada no solo no contribuía al logro de las transformaciones que necesitaba Colombia, sino que las obstaculizaba, verdad que hoy pocos discuten y que fue uno de los puntos que pusimos como condición irrenunciable para que los moiristas nos la jugáramos toda por la creación del Polo Democrático Alternativo. Sin duda, fue de importancia histórica para Colombia que por consenso se incluyera en el programa del Polo el rechazo a la lucha armada y el secuestro y cualquier forma terrorista, posición que además hemos ratificado en incontables declaraciones. Entonces, las mentiras que al respecto se dicen o insinúan contra el Polo y contra su máximo dirigente, Carlos Gaviria, no pasan de ser las infamias propias del derechismo tradicional, el mismo que nunca se ha distinguido por el respeto a la verdad y que, como lo he mencionado en otras ocasiones, nos ataca por lo que no somos, para ocultar lo mucho que nos odia por lo que sí somos, es decir, de izquierda democrática y no uribistas abiertos o vergonzantes.
Sostuvo, además, Francisco Mosquera, con el valioso aporte de Héctor Valencia, otra tesis que también nos costó no pocos dolores de cabeza defender en su momento y que hoy hace parte del programa del Polo Democrático Alternativo: que la defensa de la producción industrial y agropecuaria, sin la cual no es posible resolver los problemas del desarrollo del país y del bienestar de sus gentes, incluye proteger, además de las economías urbanas y rurales de pequeña escala, la producción empresarial, porque a esta también la destruían o debilitaban las imposiciones de la Casa Blanca. Y si eso era cierto en ese entonces, qué no decir ahora cuando la globalización neoliberal, con infinito descaro, pone el poder del Estado al servicio de que las trasnacionales arrasen con las economías no monopolistas, destrucción que realizan a través de las minorías nativas que se lucran por legitimar e intermediar esas políticas, separando sus intereses de los de la nación.
Si se tienen en cuenta las anteriores consideraciones, que en nuestros inicios nos indicaron que no era posible transformar a Colombia sin la más amplia unidad de todas las clases, capas y sectores sociales interesados en dicha transformación –desde los colombianos más pobres del campo y la ciudad, más las capas medias, hasta los empresarios cuyo negocio no consista en hacerle daño al progreso de Colombia–, se entenderá por qué Héctor Valencia se entusiasmó tanto con la idea de unir a la izquierda en el Polo Democrático Alternativo, al que le vio una gran capacidad para atraer a las mayorías requeridas para vencer en la lucha política, al igual que para llegar a acuerdos programáticos con otras personas u organizaciones políticas que no se opongan a las grandes transformaciones que requiere el país. Que no nos vengan, por tanto, con la falacia de que por un supuesto sectarismo nos oponemos a las puertas abiertas dentro del Polo y a hacer alianzas, cuando lo único que exigimos es que los que quieran llegar al Polo se comprometan con el Ideario de Unidad y que las convergencias con otras fuerzas políticas no se hagan a costa de traicionarlo.
Así mismo, resaltó que debía pugnarse por sustituir por una auténtica democracia política la farsa clientelista, corrupta y por lo demás violenta con la que posan de demócratas las fuerzas retardatarias que manipulan el país y que con cinismo escandaloso representa Álvaro Uribe. Como de “nueva democracia” llamó a la Colombia notablemente modificada –en lo económico, lo social y lo político– que el Polo debe encabezar con el respaldo ciudadano.
También insistió en que el futuro del Polo Democrático dependerá de que sea capaz de derrotar las tentaciones con las que la derecha nos halaga para que entreguemos los objetivos de la izquierda democrática, al tiempo que nos ofrece que no nos delatará, porque en un acto de complicidad sus formadores de opinión nos mantendrán el rótulo de izquierdistas. Y señaló también que había que cuidar con especial celo la unidad del Polo, porque si las fuerzas reaccionarias fracasan en torcerle el rumbo, como sucederá, no vacilarán en dividirlo.
Con frecuencia Valencia resaltó la importancia de que los del Polo Democrático Alternativo –y dijo que en eso los moiristas debíamos dar ejemplo– tratáramos correctamente las contradicciones que inevitablemente se presentan y presentarán en el Polo y en todas las organizaciones de los seres humanos, por lo que insistió en llamarnos a combatir dogmatismos y sectarismos propios y ajenos, defectos corrosivos que son capaces de destruir hasta los mejores propósitos. Que a la par con insistir –agregó– en darles un manejo paciente y democrático a las diferencias, pugnáramos por acordar normas estatutarias acatadas por todos los militantes y todas las tendencias, para lograr, al mismo tiempo, las garantías necesarias para expresar los diversos puntos de vista y la mayor unidad en el cumplimiento de las decisiones que se tomen, así como preservar la unidad y el buen nombre del Polo ante los colombianos, otras condiciones sin las cuales se complica todavía más vencer a adversarios poderosísimos.
Permítanme contarles algo que creo debe saberse: en los aciertos que haya podido tener en mis seis años de actividad parlamentaria influyó bastante que conté con la orientación precisa, siempre clara y profunda, en todo momento en que lo requerí, de Héctor Valencia.
Despidamos a Héctor resaltando su vida sencilla y su trabajo político duro, dos de las virtudes que lo distinguieron y que deben tener quienes quieran comprometerse con hacer de Colombia un país que nos enorgullezca ante el mundo por lo democrático y el alto nivel de vida de sus habitantes. Vida sencilla para ser coherentes con la concepción que señala que es más importante ser que poseer, la cual nos aleja de las ideas y prácticas que han dado al traste con tantos buenos dirigentes, y trabajo duro en el estudio de la realidad nacional e internacional y en la vinculación a las luchas populares, de forma que ganemos capacidad para explicarle a los colombianos que sus pobrezas y miserias no son un sino fatal sino el producto de los malos gobiernos, situación que se modificará cuando el pueblo decida cambiar, y así, cambie también a los que mal dirigen a Colombia.
En el caso de Héctor Valencia, como en el de Francisco Mosquera y en el de los otros que dedicaron sus vidas al verdadero progreso de Colombia y del mundo, se cumple la idea de que realmente no mueren porque viven para siempre en los legados que dejan en la sociedad y entre sus sucesores, como en especial ocurre con los jóvenes que deciden mantener en alto sus banderas.
Apreciados militantes y dirigentes del MOIR, aunque el momento es luctuoso y nos genera inevitable incertidumbre, podemos estar tranquilos. Porque tenemos las enseñanzas de Mosquera y de Valencia, porque tenemos al Polo Democrático Alternativo y porque estamos férreamente unidos. Tengan la certeza de que la dirección nacional no será de ninguna manera inferior a cualquier reto que nos imponga la lucha política.
Apreciados militantes y dirigentes del Polo Democrático Alternativo, cuenten con que la tendencia moirista seguirá defendiendo la unidad del Polo y el proyecto de izquierda democrática que por unanimidad aprobamos cuando hace dos años decidimos convertirnos en la gran esperanza política del pueblo colombiano.
Viva la memoria de Héctor Valencia Viva la memoria de Héctor Valencia Viva la memoria de Héctor Valencia
Muchas gracias.