Cuando hace 11 años empezó a aplicarse el TLC con Estados Unidos –luego de una década de oposición, con debates en el Congreso, conferencias, artículos, libros y movilizaciones sociales–, alguien, con tonito impertinente, me preguntó: “¿Senador, y el TLC no tendrá nada positivo?”, a lo que le respondí que “sí, que demostrará quiénes decían verdades y quiénes falsedades sobre sus efectos en Colombia”.
La experiencia confirmó lo dañino de ese TLC para el país, tanto, que hace un año, en el balance de la primera década, el gobierno falseó groseramente las cifras para ocultar el desastre.
Antes del TLC, Colombia le vendía más a Estados Unidos que Estados Unidos a Colombia. En 2012, por ejemplo, los gringos nos compraron 8.253 millones de dólares más de lo que les compramos, es decir, la balanza comercial era positiva para nosotros y negativa para ellos.
Pero con el TLC la balanza comercial se volteó. En 2014, las importaciones a Colombia superaron las exportaciones a Estados Unidos en 3.185 millones de dólares, y el déficit nos ha golpeado todos los años desde entonces. Entre el 2014 y 2022, la balanza comercial nos fue negativa en 25.975 millones, cifra que significa destrucción agraria, industrial y de servicios, desempleo, pobreza y hambre, expulsión de millones de trabajadores del país, descomunal endeudamiento externo y amplia desnacionalización de la economía.
Tampoco se cumplió la promesa de cambiar la composición de las exportaciones hacia más productos industriales, porque en lo fundamental Colombia sigue vendiéndoles los mismos bienes primarios de antes de la apertura y los TLC. En el agro además se nos impone especializarnos en productos tropicales, que son los que el clima les impide cultivar a norteamericanos y europeos. Y a partir del 2026, por los TLC con Estados Unidos y la Unión Europea, vendrán enormes pérdidas por más importaciones de leche y lácteos y desde el 2030 pasará igual con las de arroz y pollo.
Como el TLC no es solo agro, industria y servicios, porque tiene 23 capítulos sobre cada sector de la economía, las trasnacionales norteamericanas, que fueron las que lo redactaron, también nos exprimen en lo demás.
De ahí que la balanza de pagos, que mide ingresos y egresos por importaciones y exportaciones y por deuda externa e inversión extranjera, haya sido negativa para Colombia en 265.371 millones de dólares desde 2014. Y es obvio el notable error de quienes celebran como exitosa la economía nacional porque a ellos les va bien, pues, simplemente, lograron separar su suerte de la de la Nación.
No había que ser adivino para saber que a Colombia le iría muy mal con la recolonización neoliberal. Empezando la apertura, Darío Múnera Arango, presidente de la Junta Directiva de la Asociación Nacional de Industriales (Andi), explicó que la competencia internacional no era entre personas ni entre empresas sino entre países y que entonces la definía la capacidad nacional de competencia (Revista Andi #102). Y si el territorio de Estados Unidos es 6,75 veces más grande que el de Colombia, su economía es 74 veces mayor y es superiorísimo su desarrollo científico-técnico, no puede pensarse que los colombianos les ganaremos en la competencia sin ninguna protección y con todas las reglas sesgadas a favor de sus trasnacionales.
Mientras sigan gobernando los partidarios de los TLC –incluido Petro–, vendrán más imposiciones leoninas. Como el radar en el parque Gorgona y malbaratar hasta 4.202 millones de dólares –$19 billones de pesos– en aviones de guerra norteamericanos que Colombia no necesita, plata que le hace mucha falta al país.
Bogotá, 12 de mayo de 2022.