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Toda discriminación y matoneo deben desaparecer: Robledo

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 Intervención del senador Jorge Enrique Robledo, plenaria del Senado, 16 de agosto de 2016.

La historia del mundo y de Colombia es la historia de la discriminación y los matoneos, incluidos los que se ejercen contra los homosexuales y LGBTI. Un problema culturalmente muy complejo. Se concuerda en que debe trabajarse en los manuales de convivencia de los colegios. El debate es cómo hacerlo. No puede haber posición oficial del gobierno. Hay que reclamar el derecho de las instituciones educativas a crear con autonomía y con participación de todos los estamentos sus propios manuales de convivencia. Deberíamos construir un acuerdo nacional, pero genuino y honrado: cero tolerancia a la discriminación y al matoneo. Erradicar del debate la injuria. Las controversias sobre este tema no deben impedir una gran convergencia para sacar a Colombia de la crisis

En buena medida la historia de la humanidad y la de Colombia es la historia del matoneo, de la discriminación y hasta de la violencia contra los débiles y contra los diferentes. No estamos hablando de un fenómeno nuevo. Por ejemplo, las grandes potencias militares han masacrado a pueblos enteros simplemente para imponer su dominación. El matoneo contra las mujeres lleva milenios de estarse expresando de las maneras más feroces. Los horrores contra los indígenas y contra los negros ocupan páginas interminables, como también el maltrato a los campesinos y a los trabajadores. Se maltrata a algunos compatriotas porque son de determinadas regiones y entonces la sociedad se las monta, como suele decirse. Se maltrata a los minusválidos, y duro, como aquí ya se mencionó. Y los maltratos de muchos padres contra sus hijos son absolutamente bárbaros. Las historias de maltrato infantil son brutales. Y ni se diga las de los ancianos. De ellas se habla poco, pero suceden a diario. Se maltrata a las mujeres heterosexuales porque deciden ejercer su heterosexualidad de una determinada manera. Y por supuesto, se maltrata ferozmente a los homosexuales, hombres y mujeres, a los gay, a los LGBTI. Y no solo se los maltrata, golpea y hiere, sino que se los asesina. En Colombia se asesina a hombres y mujeres simplemente porque su orientación sexual no casa con la de la mayoría. Son verdades muy tristes. Este no es un debate abstracto sobre teorías, no, es muy concreto. Se asesina a mucha gente en Colombia por su posición sobre asuntos sexuales.

La situación es tan grave, que el matoneo se ejerce casi sin darse cuenta. Uno ve a diario gente con actitudes democráticas y que matonean. Por ejemplo, buena parte del humor en Colombia es contra negros o contra mujeres o contra gays. Cosas de las que casi ni nos damos cuenta, pero que ahí están.

Y si esto es cierto en general, en los colegios ni se diga. Porque en los colegios, como todos sabemos, se ejercen una serie de prácticas de discriminación y matoneo de todos los tipos. Al que tiene anteojos, por ejemplo, es el gafufo del curso, al gordo o al flaco, al mal estudiante y al bueno, en fin. Y ni si diga en los asuntos relacionados con la sexualidad, sea de los heterosexuales o de los homosexuales, hombres o mujeres. Es un hecho de bulto que tenemos al frente.

También es verdad que en los últimos años ha habido avances en la legislación colombiana en todos estos asuntos de la discriminación y el matoneo. Se condena el matoneo y la discriminación. Y ha habido también modificaciones en el mundo de los derechos. Incluso ya se volvió políticamente incorrecto matonear. Nadie se atreve hoy en público, por lo menos entre los dirigentes, a hablar mal de los negros o de las mujeres o de los niños o de los homosexuales. No. Es políticamente incorrecto. Digamos entonces que hay avances, pero ¿han desaparecido la discriminación y el matoneo? No. No han desaparecido. La lamentable historia es que a pesar de los cambios, sigue habiendo unos comportamientos feroces de matoneo y de discriminación contra las mujeres, contra los negros, contra los indios, contra los niños, contra los ancianos y, por supuesto, contra los homosexuales y los LGBTI.

¿Y por qué, si cambian las normas e incluso las posiciones públicas, siguen dándose la discriminación y el matoneo, y se sigue asesinando? Es que los problemas de la cultura, estimados senadores y senadoras, son tremendamente complejos. Una cosa es modificar la ley y otra cambiar el pensamiento frente a costumbres arraigadas desde hace siglos e incluso milenios y que se expresan de muchísimas maneras. Luego es muy importante trabajar en la cultura. Y en ese sentido hay que saludar los esfuerzos que desde el Estado se hagan, por la institución que sea, para mejorar, digamos, los niveles de comprensión de estos fenómenos culturales.

Y en ese sentido está bien que se plantee la necesidad de trabajar sobre los manuales de convivencia. Hasta aquí hay un acuerdo, yo diría, con más o menos coherencias, más o menos consecuencias, pero digamos que por lo menos formalmente todos estamos como de acuerdo en que eso de la discriminación no está bien, que no debe darse y que debe trabajarse en los manuales de convivencia de los colegios como un punto clave para avanzar sobre estos temas.

El debate es cómo hacerlo. Es la parte compleja del asunto. Y es complejo en todos los aspectos de la discriminación, pero es particularmente complejo en este asunto de la homosexualidad, que es el que nos ocupa principalmente esta noche. ¿Y por qué es complejo? Primero, porque entraña asuntos de carácter científico que la ciencia no ha terminado de esclarecer. Allí hay controversias, diferentes puntos de vista que se expresan de muchas maneras.

Porque además tiene que ver con el sexo. Y en esta sociedad todo lo que tenga que ver con el sexo se vuelve un problema tenaz, como dicen los muchachos, tenaz. Y las posiciones rápidamente se radicalizan y no es extraño terminar en los improperios. Juegan también las convicciones religiosas de uno u otro tipo, y todos sabemos que en los asuntos religiosos tampoco se tramitan fácil los desacuerdos y los debates, porque todos sienten poseer la verdad revelada.

Y está de por medio la familia. Es natural que las familias sean quisquillosas, porque si algún derecho reclaman los padres es el de formar a sus hijos de unas determinadas maneras y con unas determinadas convicciones.

Y para rematar, es inevitable que haya política en estas controversias. Hablar de que no se le meta política al asunto resulta ser una especie de incoherencia, porque la política está presente en todas partes.

Entonces si queremos avanzar en cómo atender de la mejor manera este problema del matoneo, de la persecución, del maltrato, del asesinato, y es a lo que estoy llevando mi intervención, me voy a permitir plantearles un par de ideas. Primero, deberíamos intentar construir un acuerdo nacional, pero genuino, honrado de verdad: cero tolerancia al matoneo, cero tolerancia a la discriminación, cero tolerancia al maltrato. Lo segundo, hacer esfuerzo por debatir el tema por fuera de las agresiones y las injurias. En Colombia se nos ha vuelto común, en los últimos años, reemplazar el análisis sobre los hechos por los ataques a las personas. Más que intentar persuadir, más que intentar convencer y ganar el debate con la argumentación, se siente una especie de felicidad cuando se logra ofender al otro.

Y hay un punto que al final es el crucial. Yo fui profesor muchísimos años, eso se sabe, y fui siempre un defensor de lo que llamamos en la academia la libertad de cátedra e investigación. Creo que el conocimiento solo puede avanzar en ambientes de libertad. Conocimientos impuestos, convicciones impuestas a la brava, mediante la fuerza de uno u otro tipo, realmente lo que hacen es estancar el progreso del conocimiento, que debe estar en la base del presente debate. Porque fíjense que sobre estos temas las posiciones van cambiando en la medida en que va cambiando el conocimiento. Todavía hay pueblos del mundo donde a los homosexuales se los condena a muerte. ¿Eso qué quiere decir? Que el conocimiento en esos países ha avanzado menos que en el nuestro.

Garantizar la libertad resulta entonces crucial. Y libertad quiere decir autonomía en todas las asignaturas, lo digo en términos generales. No puede haber ciencias naturales ni ciencias sociales determinadas por el Estado ni por el gobierno ni por nadie. Solo pueden avanzar las ciencias naturales y las ciencias sociales se desarrollan en un ambiente de libertad y de debate. Y si eso es cierto en asuntos como el de las ciencias naturales y el de las ciencias sociales —un tema estrictamente académico—, en este asunto de la homosexualidad, que también relacionado con las ciencias naturales y con las ciencias sociales, sí que es importante esa libertad.

Lo resumo afirmando que no puede haber posición oficial del gobierno nacional al respecto. Hay que reclamar el derecho de los colegios, de las instituciones educativas, para construir su propio conocimiento y para manejar sus propias cartillas o manuales de convivencia. Manuales de convivencia que habrá que construir con el concurso de todos los interesados. Manuales de convivencia que habrá que construir con el concurso de todos los interesados o que tienen que ver con el asunto, en un ambiente democrático, de debate tranquilo, de poder argumentar sin sacarse los ojos. Y tendrán que participar en esa construcción, a mi juicio, inevitablemente, pienso que de otra manera nos equivocamos, los estudiantes, que tienen que ver con el asunto, los profesores, que también tienen que ver con el asunto, los rectores de los colegios, y claro, los padres de familia, que también tienen que ver con el asunto.

Pienso que si trabajamos con estos criterios que vengo planteando es posible que podamos avanzar en un proceso que no va a ser de un día para otro, pero es sobre el que debe trabajarse. Hay que acabar de verdad genuinamente con la discriminación, con el maltrato. Cada uno de nosotros goza del derecho a sostener el punto de vista que desee, pero nadie tiene derecho a maltratar, a zaherir, a humillar, a herir y a asesinar, incluso, a quien tenga un pensamiento diferente en estos temas tan espinosos. Diría que es lo elementalmente civilizado.

Pero además, Colombia solo podrá resolver los problemas que la agobian, una crisis económica pavorosa, el desastre agrario e industrial, la salud, la educación, si somos capaces de construir una gran unidad nacional, no como la del presidente Santos, por supuesto. Hablemos mejor de una gran convergencia nacional que nos permita estar a casi todos los colombianos allí. Y eso tendrá que hacerse en medio de la diferencia sobre ciertos temas, incluido este, donde seguramente no será posible construir el consenso, por lo menos en el corto plazo.

Hagamos esfuerzos por adelantar un debate, el más tranquilo que se pueda, el más civilizado, porque lo que hemos visto en los últimos días no es de lo más ejemplar. No es de lo más ejemplar.